El Hobbit: Un viaje inesperado – Jackson vuelve a la Tierra Media con una aventura emocionante y visualmente espectacular | La Cabecita
 
Cuando Peter Jackson anunció allá por 2010 que tenía intención de regresar al mundo creado por Tolkien para emprender una nueva aventura por la Tierra Media, los fans de los libros y de las películas de El señor de los anillos estallaron de alegría. Aún así hubo quien se mostró temeroso y prefirió actuar con cautela ante este nuevo proyecto, algo realmente difícil después de haber disfrutado del magnífico trabajo que realizó Jackson en La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey. Lo fácil era dejarse llevar por las ganas de revivir una nueva aventura de la mano de los hobbits. Las dudas comenzaron a surgir cuando el director neozelandés dejó caer en la Comic-Con la posibilidad de hacer tres películas de The Hobbit, y la posterior confirmación no hizo más que acrecentar el nerviosismo generado. Cómo se pueden hacer tres películas de tres horas cada una de un libro que no supera las 350 páginas es algo que sólo Jackson sabe, y aunque afirmó que disponía de escritos y apéndices que Tolkien nunca incluyó en el libro su respuesta no consiguió convencer a muchos. A pesar de ello la expectación era máxima, hiciera lo que hiciese, su trabajo sería objeto de estudio tanto por los críticos como por los fans, pero el hype generado era gigantesco.
 
El Hobbit: Un viaje inesperado, no es la película del año, y (de momento) tampoco está al nivel de la trilogía original, pero es que equipararlas es algo tan fácil como desacertado, porque aunque se ambienten en el mismo universo e identifiquemos a algunos personajes, son historias totalmente diferentes; y parafraseando al mismo Jackson, El Hobbit es mucho más “infantil” que El señor de los anillos, en cuyas películas la oscuridad emanaba de cada minuto de metraje.
 
 
Es imposible ir a ver El Hobbit sin tener una idea preconcebida de lo que se (espera) ver, ya sea porque el espectador ha leído el libro de Tolkien o por las expectativas que se ha podido crear debido a la gran cantidad de material que se ha ido adelantando durante este último año (tráilers, avances, videoblogs…), por eso “decepción” puede ser uno de los calificativos más usados a la hora de valorar la película (aunque eso ocurre con casi todas las adaptaciones literarias). A pesar de ello Jackson ha conseguido volver a ilusionar a toda una generación, y yo me sitúo en el grupo que avala la cinta, que considera que el neozelandés lo ha hecho una vez más, que ha logrado crear una película emocionante, épica, entretenida y visualmente espectacular (aunque muy larga, todo sea dicho). El comienzo de El Hobbit puede resultar algo pesado, pero en el momento en que entras en la historia, es imposible desviar la mirada de la pantalla. 
 
El Hobbit es ese tipo de película que cuesta mucho valorar objetivamente, ya que es imposible no dejarse llevar por la vena nostálgica. Es evidente que tiene fallos, que incluye muchas escenas de relleno que de haberse eliminado podrían haber amenizado el visionado a aquellos que no son pro-Jackson (y al resto también), pero ya sea por la emoción que supone volver a ese universo, ver a Gandalf o a otros personas míticos de la trilogía, o simplemente por escuchar de nuevo esos magníficos acordes compuestos por Howard Shore, sin los que ya no concebiríamos ver algún largometraje ambientado en la Tierra Media, el visionado de la película es obligatorio para muchos.
 
 
La idea de adaptar El Hobbit, del escritor británico J. R. R. Tolkien, se remonta a 1995, cuando Fran Walsh y Peter Jackson se lo plantearon por primera vez. Sin embargo, no fue hasta después de estrenarse las tres películas de El señor de los anillos (y tras su rotundo éxito) cuando comenzó a barajarse la posibilidad real de llevar la historia de Bilbo a la gran pantalla, aunque en aquel se pretendía que el director fuera Guillermo del Toro. La quiebra de MGM hizo que la situación cambiase, fue entonces cuando Jackson volvió a hacer acto de presencia, pero esta vez haciéndose cargo él mismo de la realización. A lo largo de su carrera Jackson ha demostrado ser uno de los mejores a la hora de crear batallas descomunales (uno de los distintivos más relevantes de ESDLA), esos enfrentamientos capaces de erizarte el vello con el discurso previo al derramamiento de sangre, por eso y por su dominio de la historia muchos no concebíamos que otro ocupase su lugar, por eso él era el director idóneo para hacer El Hobbit, y aunque este sólo sea (o al menos eso espero) el preludio de algo muy grande, no me cabe duda de que volverá a conseguir dejar boquiabierto a muchos.
 
The Hobbit: An Unexpected Journey cuenta cómo en compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será posteriormente causa de tantas sangrientas batallas en la Tierra Media. 

Lograr que alguien mantenga su atención en la pantalla durante casi 170 minutos sin perder interés hacia la historia es algo muy complicado (y arriesgado). Peter Jackson no lo ha conseguido con El Hobbit, pero ha estado cerca. Por ello, el principal fallo de esta nueva aventura por la Tierra Media es su lentitud, ya que muchas escenas se alargan innecesariamente con diálogos bastante surrealistas (lo del golf o el depósito a largo plazo es, cuanto menos, inquietante). Aún así, la sensación que produce volver a determinados lugares y ver a viejos personajes de la (ya) saga conseguirán arrancar un suspiro nostálgico a más de uno. En cuanto El Hobbit: Un viaje inesperado alcanza cierto ritmo la película se convierte en un ir y venir de momentos mágicos, algunos sobrecogedores y otros realmente divertidos (la escena de los trolls no tiene precio). Las secuencias de acción de no son tan apoteósicas como las de El señor de los anillos pero lo nuevo de Jackson guarda esa esencia de película de espadas y gritos de batalla que tan bien funcionó en la trilogía original, y que probablemente el neozelandés explotará más en las próximas entregas… Aún así en esta historia ya encontramos algunas escenas que dejarán atónito a más de un espectador, como la de los gigantes de piedra o la de los trasgos, visualmente fascinantes.
 
El elenco de actores está a la altura a pesar de lo que alto que habían fijado el listón muchos seguidores de Tolkien y El señor de los anillos. Richard Armitage, en el papel de Thorin, tira muy bien del carro y su temperamento es esencial en el desarrollo de la historia, además este personaje es una de las principales razones por las que Martin Freeman y su Bilbo Bolsón han conquistado a público y crítica, por mostrar esa vulnerabilidad constante que se ve rota después de forma heroica en los momentos álgidos del filme. Por su parte, Ian McKellen ha vuelto a salirse en el papel por el que muchos le recordarán el resto de su vida: Gandalf.
 
El Hobbit es puro espectáculo, con sus fallos, pero espectáculo. La cinta hila la historia a la perfección con la trilogía que dio la fama absoluta a Jackson y, deja al descubierto un sinfín de aventuras de las que seguramente podremos disfrutar próximamente en La desolación de Smaug y Partida y regreso. Técnicamente el trabajo es insuperable, tanto por la caracterización de los orcos, huargos y demás criaturas (sin olvidar a Andy Serkis y Gollum), como por los escenarios y la ambientación. Y si a eso le sumas una de las bandas sonoras más maravillosas de la historia del cine tienes un filme plenamente disfrutable.
 
Lo mejor: La escena de las adivinanzas entre Gollum y Bilbo, la BSO y los escenarios.
Lo peor: Se vuelve lenta en determinados momentos.
 
Nota: 8