¡Música, maestros! – Angelo Badalamenti, el cine de David Lynch en notas musicales | La Cabecita
Aunque en La Cabecita he declarado amor incondicional a diversas parejas cinematográficas, y más en el especial ¡Música, maestros!, creo que hasta la fecha, con la excepción de algunos trabajos puntuales de Herrmann y Hitchcock (Psicosis, Vértigo…), el protagonista de hoy y su director fetiche (o viceversa) forman el dúo más provechoso y espectacular que el cine ha dado en los últimos años, y sin duda la más significativa de lo que llevo de especial (por encima de Aronofsky y Mansell, Silvestri y Zemeckis e incluso Desplat y su piano). Estoy hablando de Angelo Badalamenti y David Lynch. Dos genios, cada uno a su manera, que forman un equipo asombrosamente compenetrado y efectivo. La carrera de Badalamenti es relativamente corta (56 trabajos) si la comparamos, por ejemplo, con la de James Horner; además, algunas de sus composiciones pertenecen a videojuegos y series de televisión (aunque de estas últimas hablaré ampliamente) por lo que quizá esta entrada sea más modesta en cuanto a diversidad de temas, ¡pero no menos sentida! Si a todo ello le sumamos que gran parte de las películas a las que el compositor ha prestado su música no son demasiado conocidas estamos ante una trayectoria, cuanto menos, peculiar. No esperéis blockbusters, esperad cosas rarunas, desconocidas, Badalamenti ha destinado casi todo su tiempo al cine independiente y a la pequeña pantalla pero garantizo que la intensidad será la misma que en anteriores entregas. La Cabecita confiesa, aquí y ahora, que adora la pareja Lynch y Badalamenti.

Si te estás preguntando de dónde viene ese nombre y apellido y aún no lo has averiguado yo te lo diré. Angelo Badalamenti es americano al 100%, nació en Brooklyn en 1937 pero, evidentemente, sus antepasados son italianos. Poco se conoce de sus inicios profesionales y aún menos de su vida personal, pero se sabe que Badalamenti aprendió a tocar la trompa (sí, has leído bien) y el piano en la escuela de música de Eastman y Manhattan. Después ejerció como profesor de música durante cinco años en su ciudad natal mientras que durante el verano se sacaba un dinerillo tocando en conciertos menores. Durante esos años empezó a componer y actuó como orquestador para diversos eventos. Badalamenti tardó un tiempo en ascender, pero lo bueno se hace esperar… Llamar la atención de algunos de los directores más prometedores de la época no es una tarea sencilla y él lo consiguió.

Fue entonces cuando llegó David Lynch. En 1986, con tan solo tres películas en su haber, el director de El hombre elefante decidió fichar a Badalamenti para su próxima película, Terciopelo azul. Quién nos iba a decir que 26 años después, músico y director seguirían compartiendo proyectos e hipnotizando a los espectadores de la misma manera que entonces. Blue Velvet fue el primer gran trabajo de Badalamenti como compositor de bandas sonoras para el cine y a pesar de ello no le tembó el pulso en ningún momento. De las 14 canciones que forman la OST, seis fueron creadas exclusivamente por el músico y dos a dúo con Lynch. Y aunque el Blue Velvet/Blue Star interpretado Isabella Rossellini estuviera destinado a eclipsar la obra de Badalamenti las partituras que éste escribió también son dignas de alabanza. La oscuridad y tensión características de los filmes de Lynch calaron en mayor medida en los cinéfilos al escuchar los acordes principales de Frank o Night Streets/Sandy and Jeffrey. Melodías sublimes que evocan al cine negro de antaño y que no dejan indiferente a nadie. Por algo Badalamenti estaba llamado a marcar la historia escrita en notas musicales.

 

 

En 1987, a los 50 años de edad, Badalamenti se adentró en el (sub)género del slasher de la mano de Charles Russell en Pesadilla en Elm Street 3, secuela de la saga que comenzó tres años antes Wes Craven. La película recibió el Premio de la crítica en el Festival de cine fantástico Fantasporto y permitió al compositor demostrar su valía en un ámbito cinematográfico diferente. La melodía que creó Badalamenti para esta cinta no tenía golpes de sonido ni jugaba al susto momentáneo, lo que quería era mantener al espectador en tensión y que esa sensación derivase en un miedo del que Freddy Krueger sacaría el máximo provecho. Tarea conseguida. El dato curioso que guarda esta OST es que en Nightmare on Elm Street 3 Patricia Arquette y Badalamenti coincidieron por primera vez en un proyecto para la gran pantalla. El destino quiso que años después repitieran con unos resultados aún mejores en la asombrosa cinta que David Lynch filmó en 1997: Carretera perdida. De su siguiente participación con Isabella Rossellini es mejor no decir demasiado… Los hombres duros no bailan no solo fue nominada a 7 premios Razzie en 1987 sino que es casi imposible encontrarla en la red… Afortunadamente dos años más tarde compositor y actriz nos recompensaron por el mal trago que nos hicieron pasar aquel año. Un toque de infidelidad no es la película en la que todo artista ansíe participar pero al menos nos permitió alzar la cabeza en defensa de Badalamenti, que probaba esta vez en la comedia romántica. El compositor de origen italiano nos conquistó con Love Theme, una melodía de piano que respaldaba al filme de Joel Schumacher.

Tras películas menores como ¡Socorro, ya es Navidad! (de la que os pongo únicamente el tráiler porque de la BSO ni rastro…) o El placer de los extraños ya echábamos en falta un trabajo que permitiera a Badalamenti dar un nuevo golpe encima de la mesa. Así fue como llegó su segundo gran éxito, y como casi siempre, de la mano de David Lynch. En 1990 le llegó el turno a Corazón salvaje, una potentísima OST en la que Badalamenti echó mano de la guitarra española en una de sus canciones más aplaudidas y la gran culpable de que esté en ¡Música, maestros!: Dark Spanish Symphony. La definición de Wild At Heart puede ser algo caótica, podría decir que es puro sexo y desenfreno mezclado con la violencia extrema y el surrealismo típico de Lynch y no me equivocaría, pero Badalamenti logró hacer un hueco con esta canción a ese sentimiento tan puro llamado amor y que nos parece imposible que tenga cabida en esta cinta, pero es así, y el compositor nos lo recordó de una manera exquisita. Además de Dark Spanish… la BSO de Corazón salvaje está llena de pequeñas joyas que nos descubrieron al mejor Badalamenti. Su pasión por el jazz es conocida por casi todos, de ahí que aprovechase la cinta de Lynch para meter algunos temas de este estilo y demostrar que además le iban perfectos al largometraje protagonizado por Nicolas Cage y Laura Dern, prueba de ello es Cool Cat Walk. Rubber City, por su parte, nos acercó a esa atmósfera de destino imprevisto que rodea a gran parte de las road movie, y queridos lectores de La Cabecita, esto es un regalo para los oídos. Disfruten de esta grandísima BSO.

 

 

Con tan solo estas líneas de especial creo oportuno decir algo que para muchos será ya evidente. El mejor Badalamenti surge cuando David Lynch está detrás de las cámaras. La mayoría de sus otros trabajos han pasado desapercibidos para nosotros y para la historia del cine, y aunque él mantenga siempre cierta calidad, cuando Lynch está de por medio el neoyorkino se suelta y nos deja boquiabiertos. Badalamenti es lo que es gracias a David Lynch, y no hay discusión posible. Pero si decidí incluir a James Horner en ¡Música, maestros! por Braveheart y Titanic, ¿por qué no a Badalamenti por sus participaciones con Lynch? Afortunadamente han sido bastantes así que aún tengo muchas palabras de admiración que escribir en La Cabecita sobre este compositor. Por eso continuamos con 1990, el año en el que además de Corazón salvaje, Badalamenti y Lynch estrenaron su éxito más sonado: la serie de televisión Twin Peaks. Como aún no he podido disfrutar de la serie (aunque pronto lo haré), he pedido ayuda a algunos twitteros cuya aportación me ha permitido completar con mayor precisión la opinión acerca de esta BSO (la cual sí conocía), así que… ¡Mil gracias a @mcfunezg y @TheLebowskiMan!

Llegados a este punto imagino que muchos de vosotros asociáis el éxito a la relación Badalamenti-Lynch, pero lo que ambos consiguieron con la BSO de esta serie de TV superó cualquier expectativa que se pudiera tener sobre la misma. Con este trabajo Badalamenti se acercó más que nunca al mundo audiovisual de Lynch, ese en el que la intriga, la frialdad y la perturbación están a la orden del día, y el que te atrapa al instante sin darte cuenta. El tema principal de Twin Peaks consagró al compositor de Brooklyn como uno de los grandes, y con razón. Badalamenti escribió para Lynch una de las melodías para bajo más famosas y espectaculares de la historia, y aún así reservó fuerzas para crear otras maravillas como Laura Palmer’s Theme, cuyas notas de piano son capaces de erizar el vello con tan solo los primeros acordes. Comprender el fenómeno Twin Peaks sin haberla visto es imposible, pero la música de Badalamenti ayuda a crear una vaga idea de la magnificencia de este proyecto.

 

 

Dos años después, en 1992, llegó a la pequeña pantalla un nuevo proyecto de Lynch y Badalamenti. Sin embargo On the air no corrió la misma suerte que Twin Peaks y fue cancelada por sus desastrosos resultados en ABC con tan solo 7 episodios emitidos. Un pequeño bache que, sin embargo, no mermó nuestra confianza en esta pareja cinematográfica. En la precuela para la gran pantalla de la serie estrella de Lynch, Twin Peaks: fuego camina conmigo se mantuvo el estilo musical de su antecesora (por fecha de emisión no por línea temporal), por lo que nada sorprendió pero tampoco defraudó. Consciente de la época dorada que atravesaba David Lynch, la HBO tardó poco en emitir algo de él (con la colaboración de Badalamenti, por supuesto), de ahí el estreno en 1993 de la mini-serie Hotel Room, de la que desgraciadamente no os puedo ofrecer enlace para escuchar la BSO pero cuyos episodios podéis ver en el siguiente link: http://www.youtube.com/watch?v=CI_I6ewm-FY. Espero que se os dé bien el inglés. Tras un año bastante tranquilo para Badalamenti, le llegó el turno a otro de los directores con los que el compositor ha participado en más de una ocasión: el francés Jean-Pierre Jeunet. La cuidad de los niños perdidos sorprendió a la crítica en 1995, siendo nominada incluso a la Palma de Oro a la Mejor película en Cannes. La OST de Badalamenti es como mínimo inquietante, pero también bellísima.

La banda sonora de Carretera perdida, el siguiente proyecto de Lynch y Badalamenti, bien podría merecer una entrada propia, pero me contendré por el bien de mis lectores y su vista. Además del compositor habitual del director, en esta OST participaron celebridades como David Bowie, Trent ReznorMarilyn Manson y el grupo alemán, Rammstein, casi nada. La escena de apertura de Lost Highway es una de las más escalofriantes que recuerdo, con esa carretera atravesada a toda velocidad, mientras David Bowie y su I’m Deranged surcan cada orificio de nuestros cuerpo para llenarnos de inseguridad… La introducción del Apple of Sodom de Marilyn Manson en la OST del filme fue uno de los mayores aciertos de Lynch, dado que la canción de Manson se coordina a la perfección con la sombría estética y la atmósfera turbadora que domina durante todo el metraje. Pero sin duda Rammstein fue el grupo/artista insignia de Lost Highway, sus canciones Rammstein y Heirate Mich ocuparon algunas de las secuencias más impactantes y inmemoriales del trabajo de David Lynch, suerte que éste decidiera incluirlas en el último momento… Y por mucho que La Cabecita apoye a Badalamenti estas son, sin duda, las protagonistas de la BSO de Carretera perdida. Pero su presencia siempre es necesaria. En este filme el músico italoamericano dotó de oscuridad gran parte de sus composiciones, destacando de entre todas la inquietante y potentísima Red Bats With Teeth, porque,  ¿quién no ha bajado el volumen alguna vez mientras Bill Pullman tocaba el saxo en esta escena pero nunca se cansa de verla? Solo algo extraordinario lograría tal efecto.

Y así llegamos a 1999, el año de la primera nominación a los Globos de Oro de Badalamenti. Su nombre nunca ha estado ligado a los grandes certámenes pero con Una historia verdadera pocos se pudieron resistir a su habilidad como compositor. No fue el único, a David Lynch le llovieron premios por esta magnífica road movie llena de vitalidad, aún estando interpretada, irónicamente, por un hombre de 79 años. Todo en la OST de The Straight Story es perfecto, hay temas que alientan a esbozar una sonrisa aún con cierto halo de melancolía presente, como Laurens Walking, y otros con los que es imposible no emocionarse, como el primer track, Laurens, Iowa. En este proyecto se embarcó el Badalamenti más emotivo, pero es lo que la historia requería, por eso al escuchar el punteo de guitarra de Sprinkler no podemos evitar conectar con ese viejecillo guiado por el amor que va en busca del perdón a pesar de sus impedimentos físicos. El primer filme de Lynch que no era una ida de olla absoluta supo conquistar igual o más que sus viajes surrealistas y gran parte de culpa la tuvo la música de Badalamenti, y más siendo una película llena de silencios y con tantos espacios destinados a la reflexión. Gracias Angelo por Country Waltz, por Country Theme y por Montage… Gracias simplemente por hacer magia de una forma tan bella.

 

 

Tiempo después Badalamenti se ocupó de cuatro temas de la soundtrack de La playa, un trabajo notable que le llevó a trabajar con Danny Boyle y con actores de la talla de Leonardo DiCaprio y Tilda Swinton. Sin embargo Baladamenti no volvió a brillar hasta su siguiente participación con David Lynch, y esta vez le llegaba el turno a la inolvidable Mulholland Drive, un filme lynchiano con sus buenas dosis de surrealismo. Al igual que Carretera perdida, la apertura de Mulholland Drive, además de importantísima para conseguir dar sentido a la película, es hipnotizadora, y más con Jitterburg de Badalamenti sonando de fondo. Este nuevo largometraje de Lynch le dio a Badalamenti su segunda nominación a los Globos de Oro, aunque como ocurrió en 1999, se fue de vacío. En esta película del maestro del drama psicológico la música se convierte en un elemento indispensable, ya que a través de sus notas Badalamenti es capaz de crear una tensión próxima al horror que se ajusta a la perfección a las estremecedoras escenas obsesivas de la(s) protagonista(s). Los 17 temas de Mulholland Drive son una delicia para los sentidos, pero si tuviera que elegir uno entre todos ellos sería Llorando de Rebekah del Río, porque ya no solo define Mulholland Drive en general si no que muestra al Lynch más poético e inspirador hasta la fecha.

 

 

 

En 2002 las colaboraciones entre Badalamenti y Lynch llegaron a su fin con Rabbits, una mini-serie que contó con varios actores de Mulholland Drive como Naomi Watts, Rebekah del Río y Laura Elena Harring. Al igual que con Hotel Room no puedo publicar la BSO de la mini-serie pero sí os dejo un link dónde podéis ver todos los capítulos de la serie con subtítulos en castellano: http://www.youtube.com/watch?v=ZtEVSmacl6E. La música de Badalamenti en Rabbits no destaca por la ostentación instrumental pero sí por la sensación de agobio y por las inquietantes risas enlatadas. En total son ocho episodios de menos de diez minutos, y aseguro que valen la pena. En los años sucesivos el músico de Brooklyn participó en películas de escasa repercusión como Auto Focus o Secretary, que quedaban muy lejos del mejor Badalamenti pero que al menos le hacían aparecer. Sin embargo, en 2004 el compositor nos regaló una última gran obra: Largo domingo de noviazgo de Jean-Pierre Jeunet. Mathilde’s Theme es la partitura para drama romántico más emotiva que Angelo Badalamenti ha hecho jamás, y lo sé por los dos minutos y medio finales en los que los violines se convierten en protagonistas para recordarnos que además del amor, Un long dimanche de fiançailles habla de la I Guerra Mundial y sus consecuencias.

Y así llegamos al final. Este es Angelo Badalamenti, un compositor peculiar pero infalible, como el director que le dio la fama. Puede que muchos penséis que sin David Lynch, Badalamenti no sería nadie, pero, ¿acaso creéis que el cine de Lynch sería igual sin la música del italoamericano? Seguramente por separado ambos se apañarían muy bien pero siempre que se puedan juntar, ¿por qué renunciar a su calidad? Lo que está claro es que Lynch saca lo mejor de Badalamenti y mientras el primero siga centrado en su música tardaremos bastante en ver algo similar en calidad a Blue Velvet, The Straight Story o Carretera perdida, pero deleitarnos con el pasado es un consuelo bastante digno. Gracias Lynch y gracias Badalamenti.