Melancolía – El fin | La Cabecita

En el festival de Cannes se alzó con la palma de oro la fantástica El Árbol de la vida de Terrence Malick, pero de la que más se acabó hablando fue de Melancolía, la nueva cinta de Lars Von Trier y que casi podríamos tomar como la antítesis de la de Malick en todos los sentidos- No sólo ya por la personalidad de sus directores, dónde uno apenas da la cara debido a su timidez y el otro siempre busca ser el foco de atención, si no porque si el texano nos contaba el origen de la tierra y de la vida en sí misma, Von Trier, con su habitual pesimismo, decide cargarse al planeta entero y no dejar ser vivo sobre él.

Podría considerarse a Melancolía una película catastrófica, realmente es lo que es, pero que nadie se vaya a pensar que a Von Trier le ha entrado fiebre y ha buscado convertirse en Michael Bay, no, aquí no hay héroes tratando de evitar el fin. Lo que Von Trier aquí nos trae es una historia de resignación, no hay nadie tratando de evitarlo, simplemente hay esperanzas de que no pase, leves, pero alguna, y si tiene que pasar, pues sólo queda esperarlo y afrontarlo.

La película que empieza con un prólogo de casi diez minutos a base de bellas imágenes rodadas en slow-motion mientras que de fondo suena Wagner. Estas imágenes, bastante premonitorias (algo que obviamente aún no lo sabemos), nos hace temernos lo peor, y que el tono de la película que vamos a ver tenga bastante más de estos derroteros. Nos hace acordarnos de ciervos hablando y de las provocaciones gratuitas con la que Von Trier nos cabreo hace un par de años en Anticristo, y consigue aterrarnos nada más empezar, pero por suerte nada que ver, aquí tenemos a un Lars bastante sobrio y con ganas sobre todo de contar una historia.

Dividida en dos capítulos radicalmente distintos en el que Lars narra primero el fin del ser antes de acercarse al fin del mundo. La primera parte: Justine, se podría decir en cierta forma que es la propia Celebración del polémico realizador. Von Trier nos sitúa en la boda de la protagonista, una persona bastante trastornada con dos caras totalmente opuestas, situada dentro de una familia disfuncional. Lars se olvida por completo del planeta, cuya presencia tenemos bien clara ya desde el principio, para darle mayor importancia a la trivialidad de sus personajes y a la autodestrucción de su protagonista. Por supuesto a Von Trier no se le olvida su peculiar mala leche, y pese a que nos presente una situación completamente dramática, también deja lugar para su peculiar sentido del humor.

En la segunda parte, llamada Claire, la otra hermana, se acabo el tiempo de concesiones, aquí es una historia mucho más intimista y poética. Trier hace desaparecer a la gran mayoría de los personajes, dejando solo a los cuatro protagonistas. Aquí es posiblemente dónde veamos al Trier más inspirado, regalándonos imágenes tan maravillosas como esa en la que una Dunst desnuda se entrega por completo al planeta venidero, y sobre todo la soberbia imagen que cierra a la cinta, un broche de oro que cierra la película por todo lo alto.

De Trier ya sabemos que sabe escribir a la perfección personajes femeninos, la Claire y la Justine que tenemos aquí, se juntan directamente en el grupo de mujeres fascinantes del realizador con la Selma de Bailar en la Oscuridad, la Grace de Dogville y Manderlay o la Bess de Rompiendo las Olas. Y que además sabe exprimir al máximo a sus actrices, hasta hacer que estas den lo mejor de sí, tampoco es ninguna novedad, por lo que la brillante actuación de Kirsten Dunst, sin lugar a dudas la mejor de su carrera, no debería ser motivo de sorpresa. Con Charlotte Gainsbourg no hay lugar para las sorpresas, tan fantástico como siempre, más maravillosa incluso que su compañera de reparto. Pero aunque sus dos protagonistas brillen con luz propia, cada pieza de su interesante reparto resulta fundamental.

La historia me seduce y me tiene en tensión durante las dos horas que dura, consigue hacer que me retuerza en la butaca y necesito eso, necesito al danés que me hacía estremecer con sus historias. Tenemos a un gran Von Trier, que no renuncia a sus sellos, que nos regala una exquisita fotografía, como suele ser referente en su cine y en la que brilla especialmente la enorme silueta azul de ese planeta que se avecina contra la tierra. Y sí, aquí también tenemos al Von Trier innovador como siempre, pero que sabe ponerse limites y no acabar excediéndose como le ha ocurrido en otras ocasiones, esta vez tenemos de vuelta al Von Trier que más que genio, busca ser cineasta y nos regala otra fantástica película narrada como siempre desde su punto de vista triste y pesimista.

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