Funny Games (Juegos divertidos) – Angustiante y original historia prueba del talento de Haneke | La Cabecita

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Al ver Funny Games es fácil darse cuenta de que Michael Haneke no es un director cualquiera, pertenece a un grupo de creadores internacionales con un estilo propio muy peculiar y que nunca deja indiferente a nadie. Este filme austriaco prueba que su creatividad no conoce límites, puede pasar de un thriller psicológico de asesinos en serie como éste a un drama rural como La cinta blanca, y conquistar a público y crítica de la misma manera, cosechando premios en Sitges, Cannes o cualquier ceremonia que se precie. Haneke ha llegado a la cumbre por méritos propios, sin dar la espalda a su personalidad, siendo fiel a lo que él creía. Para muchos Funny Games (Juegos divertidos) es su película más representativa, a través de este largometraje su nombre empezó a hacerse grande, y lo corrobora el interés de Hollywood (y del propio Haneke) por hacer un remake americano de este exitoso trabajo.

Funny Games cuenta la historia de Anna, Georg y su pequeño hijo Georgie, que parten para su bonita casa a orillas del lago al haber comenzado las vacaciones. Fred y Eva, sus vecinos, han llegado antes que ellos y las dos parejas quedan para una partida de golf al día siguiente. Mientras padre e hijo tratan de colocar los aparejos del velero, Anna prepara la cena y de repente aparece Peter, un joven muy educado, huésped de los vecinos, que viene a pedir que le preste algunos huevos. Anna se apresura a dárselos, cuando de pronto se pregunta cómo ha podido entrar Peter en la casa. El joven le explica que Fred le ha enseñado un agujero que había en la cerca…

Nada más comenzar la película nos percatamos de que no estamos frente a una simple producción entretenida, Haneke avisa con un plano aéreo que enfoca un coche familiar en el que la música clásica impregna todo el ambiente, y eso no encaja en el subgénero de asesinos en serie. Según avanza la película se incrementa la frialdad de una manera impecable, que pone de los nervios desde el primer segundo en que vemos a Frank Giering, completamente de blanco, pidiendo los dos primeros pares de huevos, con un tono amable y aparentemente pacífico. Pronto conocemos una de las sorpresas que Haneke tenía guardadas a los espectadores, la cuarta pared se rompe. El director logra así conectar con el espectador desde el principio, haciéndole partícipe del secuestro y de las torturas psicológicas del dúo protagonista. Hoy en día es difícil ver cómo los actores interactúan directamente con el público, y Haneke lo hizo con una majestuosidad apabullante, en la que un guiño, una inocente pregunta o una mirada a cámara nos convierte de alguna manera en cómplices de esta macabra encerrona

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Funny Games basa su genialidad en la personalidad de los psicópatas, con unas actuaciones inmejorables que hacen dudar entre querer odiarlos o admirarlos. Susanne Lothar es el puro reflejo de la desesperación y Ulrich Mühe del sufrimiento incontenible, sublime el reparto al completo. Sin embargo esta película no habría sido lo mismo son los planos imposibles de Haneke, primero enfocando rincones tan insólitos como un zapatero, un salón vacío o una escalera por la que no hay movimiento hasta pasados varios segundos, aunque los más representativos son los planos fijos largísimos en los que contemplas una habitación llena de dolor, deseos de huída e impotencia, y todo despierta gran inquietud en los cinéfilos, que además no llegan a ver ninguna escena de exceso, todo es producto de nuestra imaginación. Destacar por igual la escena del mando a distancia, originalísima propuesta del director que se convirtió de inmediato en una secuencia inolvidable.

Haneke demostró aquí su maestría y no defraudó en ningún momento, siendo constante durante toda la película y fascinando con un final que deja sin palabras. Es un filme para gente con aguante, que pueda valorar movimientos de cámara que a primera vista puedan ser insignificantes pero que están repletos de buenas razones por las que estar ahí. Todo esto convirtió a Funny Games en una película de culto con un grupo de incondicionales que la defienden con razón. 

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Después de estos buenos resultados una se pregunta por qué Haneke decidió hacer un remake de su propia película tras diez años pero esta vez con sello estadounidense. Con el filme de 2007 se perdió el factor sorpresa, las interpretaciones no estuvieron a la altura a pesar de intentarlo y todo carece de sentido cuando descubres a los cinco minutos que todo es exactamente igual, los mismos planos y las mismas líneas del guión. Incluso la calidad decae al suprimir gestos de calidad de la original (como el guiño a la cámara del protagonista). Conserva la brutalidad de la película austriaca por los famosos planos de director pero puestos a elegir, Funny Games (Juegos divertidos) es la auténtica maravilla.