Hanna – De como Joe Wright perdió el orgullo y el juicio | La Cabecita

Cuenta la leyenda que un día Joe Wright salió de su casa vestido de pleno traje de gala de la Inglaterra del siglo XIX a dar un paseo, y cuentan que volvió completamente empastillado, venía ya sin su traje de época, pero no paraba de correr y de dar vueltas sobre sí mismo… ¿Qué le paso a Joe Wright en aquel viaje? Creo que es algo que jamás sabremos, pero el resultado de aquel viaje lo tenemos en Hanna.

Hanna es una de las mayores estupideces que han pisado la pantalla en esta temporada, así, sin más, y es que no se puede coger por ningún lado, todo en ella falla, pero lo más grave aún es que la película se toma en serio a sí misma, en ningún momento se para a mirarse en el espejo y a decir, vale, esto es malo, riámonos al menos con el espectador, no, ella sigue muy concienciada de la maravilla que está haciendo… ¡ja!

Cojamos un queso gruyere, mirémoslo bien, contemos los agujeros, ¿ya? Les aseguro que el guión de Hanna tiene muchos más. Sin tener en cuenta lo ya bastante idiota que es la premisa inicial (a veces de premisas muy idiotas se han sacado grandes películas), nos intentamos meter en la película, pero con lo simples que son todas sus conversaciones nos cuesta. Bien, la protagonista esta lista para ir al mundo (no olvidemos que es una pequeña Mogwli), para ello lo que tiene que hacer es activar un localizador para que su enemiga mortal sepa dónde esta (¡!), a la cual nos la presentan desatando todo el terror que supone…. ¡Lavarse los dientes!

En fin, seguimos viendo la película, quién sabe, lo mismo mejora, pero cuando empiezan a aparecer toda la galería de secundarios te das cuenta de que eso no tiene ningún arreglo, aparte de la fantástica y pintoresca familia que “acoge” a Hanna, nos encontramos con los villanos, más dignos de “El Peque se va de marcha” que de una película de acción que intenta ser seria, y es que el mortal trío que va detrás de nuestra protagonista lo componen un hombre bastante afeminado y dos neo-nazis (¡!). No voy a seguir por este camino, aunque podría recordar el momento en el que muestran las citas que preparamos los españoles, llevando a nuestros ligues a una barriada gitana a ver como cantar flamenco, o la conversión de Eric Bana en John Cena, hasta el punto de copiarle su movimiento final.

Por supuesto una película con una elaboración como esta era digna de un gran final, y así es, tenemos un final lleno de metáforas, esa boca del lobo, ese alce, esa flecha (¡y ese arco MacGyveriano!) o esa noria del parque. Tan maravilloso es su final, que el espectador se queda con ganas de más… Vale, no, en realidad no, cuando llega el final, el espectador se alegra de que ese suplicio se haya terminado, pero aún así, el que ha conseguido mantener todas las neuronas activas durante la proyección se pregunta… ¿Tan difícil era terminar lo que se empezó?

Pero lo peor de Hanna no queda aquí, ni mucho menos, quién sabe, si solo fuera eso quizá fuera hasta entretenida, pero no, Wright, que como ya demostró en sus anteriores trabajos es todo un transgresor juega con la cámara como nadie. Así nos regala escenas que parecen sacadas de cualquier videoclip modernillo (la escena en la que Hanna se escapa se hace totalmente insufrible), a otras en las que al cámara le entra párkinson completo (¡Ay! ¡Ese flashback!), para de repente sacar su vena más experimental y regalarnos primerísimos planos, cercanos a la piel, súper íntimos y dignos del cine sueco (Esa Hanna jugando con su sexualidad…), o escenas de acción en la que la cámara llegar a dar la vuelta sobre Eric Bana una infinidad de veces. Y a todo esto el espectador se dice para sí mismo: “Pero por favor Joe, ¿Te decides?”

No me meteré a criticar la banda sonora de los Chemical Brothers, aunque no es el tipo de música que disfrute escuchando, tampoco es mala en absoluto, pero pega tan poco con la película que colabora al gran sin sentido que es todo. No solo los Chemical Brothers suenan, también hay lugar para “In the Hall of the Mountain King” de Grieg, claro que es algo tan poco utilizado en el cine, que el espectador es incapaz de adivinar que va a pasar nada más sonar la primera nota.

Parece que Wright vuelve a lo suyo, su próximo proyecto es Ana Karenina, así que se quede por ahí, que aún quedan muchos libros de Austen y Tolstoi que pueda volver a versionar, porque es difícil de expresar con palabras lo ridículo del espectáculo. No se moleste en ir a verla, créame, no vale la pena, cualquier otra alternativa será mucho mejor.

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