Tron – En gustos no hay nada escrito | La Cabecita
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Con las películas de culto hay que ponerse en situación. Al principio no eres muy consciente de lo que vas a ver porque la calificación de cine culto se adquiere en vista de la crítica y la respuesta en taquilla pero la nueva generación (la mía por ejemplo) ve un filme de los 70 o de los 80 con esta etiqueta y tiene que pensar el por qué de ello y acoplarse. Tron (1982) fue un fracaso absoluto tanto en la crítica como en las recaudaciones de todo el mundo pero aún así hay un sector del público que la considera un obra maestra, un filme que marcó un antes y un después en el género de la ciencia-ficción. Intenté ponerme en la década de los 80 y ser objetiva con los efectos visuales, fue una de las primeras películas que utilizó gráficos generados por ordenador y todo ello es algo que tuve en cuenta, y después de todo, me considero del grupo que apoya el largometraje. Aún así puede no gustar, es evidente que en gustos no hay nada escrito. 
 
En mi opinión es la mejor película de Steven Lisberger. De sus cinco títulos Tron es la más arriesgada e innovadora y además la que mayor repercusión tuvo, aunque estar inactivo durante 22 años tampoco ayuda a superar las metas. Jeff Bridges es un caso aparte, evidentemente nació con la capacidad de poder adaptarse a cualquier género y en Tron se echó la película a cuestas. Consiguió que pasase de ser un filme superfluo a una película que no dejaría indiferente a nadie, y lo hizo creando esa relación actor-espectador que se agradece en cualquier película.
 
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La historia era original; Kevin Flynn es un programador que, en un intento de vengarse contra unos ejecutivos, es dividido en moléculas y transportado a las entrañas de un ordenador y es ahí donde se sucederán diferentes enfrenamientos que abrirán una historia bastante inquietante. Tron sorprendió a muchos con una innovación visual sin igual, y a pesar de pecar de ser un poco fría y superficial consiguió transmitir su propósito en base a una historia bien ejecutada de la que en 1982 no se podía sacar más jugo. Pero qué queréis que os diga, si sacar jugo es lo que ha hecho Joseph Kosinski en la secuela Tron: Legacy casi prefiero que no se haga nada. Bien es cierto que hay que aprovechar los avances tecnológicos, y ese es el punto fuerte de la secuela, pero aún así ahora las cosas están ya muy vistas y al fin y al cabo pocas veces se superarán las expectativas vertidas sobre una película en la que el aspecto técnico/visual sea el ‘boom’. Tron (1982) popularizó expresiones, hizo que el ordenador ya no se mirase como un cacharro inservible en el mundo del cine y consiguió hacer un poquito más grande a un Bridges que ya había sorprendido en este mundillo.
 
En definitiva, o te gusta o la odias. Tron creó un género y me pareció magistral la manera en que se llevó a cabo.